Centrar nuestra actividad en la construcción de viviendas, conlleva también una gran responsabilidad. Además de cumplir con una serie de requisitos a nivel técnico y normativo, un edificio plurifamiliar es principalmente el espacio esencial para el desarrollo y el crecimiento de las personas residentes. Sus necesidades son tan ricas y diversas como la comunidad que lo habitará, y la mezcla de culturas, edades y estilos de vida que allí convergen. Por lo que de entrada, pensar en la flexibilidad es fundamental.
El sector residencial es el que tiene mayor impacto por volumen de actividad dentro de la construcción, para poder cubrir la necesidad de vivienda de nuestra población. Según la ERESEE 2020 (Estrategia a largo plazo para la Rehabilitación Energética en el Sector de la Edificación en España), se proyecta la creación de 4,2 millones de viviendas para el 2050. Sin embargo, proporcionar esta cantidad de viviendas sólo será posible si construimos bajo un modelo de mínimo impacto ambiental, que nos permita mitigar los efectos del cambio climático y mantener el aumento de la temperatura global inferior a dos grados. Esto se alinea dentro de una hoja de ruta hacia la neutralidad climática para 2050 como objetivo colectivo, tal como se propone desde la Unión Europea. Aunque 2050 pueda parecer lejano, el informe más reciente del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), deja muy claro que los cambios deben ser profundos, rápidos y continuados, de lo cual depende nuestra supervivencia como especie humana.
Así, debemos conjugar el compromiso de generar las condiciones de habitabilidad socialmente necesarias con el deber de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Y debemos hacerlo de una manera accesible e inclusiva, y que haga partícipe a toda la ciudadanía. La sostenibilidad no puede ser un lujo, ni algo indescifrable que se limite, únicamente, al sector técnico. La sostenibilidad debe convertirse en la herramienta de uso común para garantizar el bienestar de la humanidad y de todos los ecosistemas del planeta a largo plazo. En esta línea, desde Omplim entendemos la sostenibilidad desde una perspectiva global y la aplicamos de una manera rigurosa y estratégica, que permita el acceso a viviendas más sostenibles, saludables y de calidad, de una manera asequible; siendo esta nuestra interpretación del derecho constitucional a una vivienda digna y adecuada. Para ello, buscamos siempre un equilibrio entre factores ambientales, sociales y económicos, buscando la mayor eficiencia en cuanto a inversión, disminución de la huella ambiental e impacto positivo para la comunidad vecinal.
De esta manera, combinamos diferentes medidas de diseño para construir edificios responsables que aporten un gran confort y bienestar. A continuación os detallamos algunas de ellas:
Eficiencia energética y asequibilidad en el uso.
Todos los edificios residenciales que desarrollamos son nivel A, tanto en consumo de energía como en emisiones; siendo, en ambos casos, el máximo nivel de eficiencia energética que avala actualmente el Certificado de Eficiencia Energética emitido localmente por el Instituto Catalán de Energía (ICAEN). Es un documento oficial que debe estar a disposición de cualquier persona que desee comprar, alquilar, o reformar una vivienda, dando información útil sobre sus características energéticas. También se puede encontrar a través de su buscador, introduciendo datos como la dirección o la referencia catastral. El nivel de “consumo de energía”, nos indica el consumo anual estimado expresado en kilovatios-hora, por cada metro cuadrado de vivienda. Por otro lado, en la categoría de “emisiones” se expresa la cantidad de kilogramos de CO₂ que emitiríamos a la atmósfera mediante el consumo eléctrico previsto.
Según datos del Green Building Council España (2022), ocho de cada diez edificios en España cuentan con una calificación E, F y G, consumiendo muchos más recursos de los necesarios para alcanzar unos niveles óptimos de servicio y confort. La diferencia entre niveles también es considerable. En Cataluña, el certificado energético muestra, además, una comparación entre el consumo (en energía y emisiones) de una vivienda “A”, con relación a una de nivel “B”, representando entre un 50% y 60% de ahorro potencial en el consumo energético entre ambas.
La calificación energética “A” viene dada por las cualidades del edificio: un excelente nivel de aislamiento térmico, la presencia de sistemas climatización (refrigeración y calefacción) de alta eficiencia y un control de las áreas críticas del edificio. estas áreas críticas pueden ser los encuentros entre paredes, puertas y ventanas por donde pueden darse fugas de energía (también conocidas como puentes térmicos), y su optimización ayuda a mantener una temperatura estable y disfrutar de confort térmico durante todas las estaciones del año. Para lograrlo, tienen especial importancia, aspectos como el aumento del espesor del aislamiento térmico instalado y la incorporación de ventanas de altas prestaciones. Estas eliminan los puentes térmicos y sus vidrios dobles de baja emisividad reflejan la energía, proporcionando un mejor aislamiento y protegiéndonos de la radiación solar sin perder luz natural.
Diseñar un edificio de baja demanda energética conlleva una disminución del consumo y una reducción de la pobreza energética. Esto se alinea con el concepto de «suficiencia» propuesto por el IPCC, en el que se evita demanda de energía, materiales y recursos terrestres innecesarios; garantizando el cumplimiento de las necesidades humanas dentro de los límites que tiene el planeta para producir y regenerar recursos, manteniendo unos niveles de equilibrio y seguridad — lo que se conoce también como «límites planetarios» —.
Por otro lado, la certificación “A” en ambas categorías es importante, no solo por representar un menor impacto ambiental, sino por garantizar una mayor asequibilidad en el uso de la vivienda, al facilitar una gran reducción en el coste de la factura energética. Si multiplicamos los gastos mensuales de la vivienda por el total de años que podemos vivir en esta (en un edificio con una vida útil estimada de, por lo menos, cincuenta años), vemos que el coste energético tendrá un gran peso. Este coste total se conoce como “hipoteca energética”. El coste de esta “segunda hipoteca”, así como su potencial variabilidad a lo largo del tiempo, dependerá directamente de la eficiencia energética del edificio (a menor eficiencia, mayor riesgo de un aumento exponencial de las facturas mensuales). Por lo tanto, invertir en una vivienda eficiente nos asegura unos costes más reducidos y estables a largo plazo.
A esto se suman los hábitos de uso de las personas residentes. Es importante aprender sobre los mecanismos que nos proporciona el edificio para alcanzar su máximo potencial en eficiencia, por ejemplo haciendo un empleo correcto de los sistemas de ventilación y de los elementos de control solar —persianas, estores y/o toldos— que nos protegen de la radiación solar en verano.
Funcionamiento del edificio libre de combustibles fósiles y con energías renovables.
Todos los sistemas del edificio (calefacción, refrigeración, iluminación, cocina y producción de agua caliente sanitaria) funcionan a partir de energía eléctrica, eliminando así, el uso de combustibles fósiles como el gas natural. Adicionalmente, se incorporan dos tipos de fuentes de energía renovables: paneles solares fotovoltaicos y aerotermia. La aerotermia es un sistema que obtiene la mayor parte de la energía que produce del aire. Lo hace a través de una bomba de intercambio de calor, permitiendo producir agua caliente y climatizar nuestra vivienda con un bajo consumo eléctrico.
Confort higrotérmico y ventilación eficiente.
Podemos optar por ventilar de manera natural, mecánica o híbrida. Cada sistema tiene sus ventajas y desventajas. Abrir las ventanas no supone un coste extra de instalación ni electricidad, pero el mantenerlas abiertas todo el tiempo —que sería necesario para renovar completamente el aire interior—, podría entrar en conflicto con la eficiencia energética. Este intercambio hace que la temperatura del aire exterior nos enfríe demasiado el espacio interior en invierno, y lo caliente excesivamente en verano. Por esto, todos los edificios incorporan una ventilación con sistemas mecánicos que asegura una correcta renovación del aire por conductos de manera controlada. A su vez, permite mantener una temperatura estable y confortable en el interior de la vivienda gracias a su gran nivel de aislamiento.
La solución de ventilación mecánica idónea se analiza en función del proyecto, pero en muchos casos se incorporan elementos como:
- Sondas de CO₂: equipos que regulan el caudal (la cantidad) de aire necesario para renovar de manera permanente el aire interior según la concentración de CO₂ del espacio. También pueden controlarse de manera manual.
- Microventilación: sistemas que se incorporan en los marcos de puertas y ventanas, dejando una separación de pocos milímetros (entre 4mm y 8mm). Esto permite una lenta y constante circulación del aire, manteniendo una temperatura equilibrada en el interior. Asimismo, se pueden controlar de manera manual ajustando la posición de la manilla.
Estas soluciones nos permiten disfrutar de un ambiente aireado sin generar grandes cambios de temperatura entre interior y exterior. Así, se aprovecha al máximo el aislamiento del edificio, lo cual contribuye al ahorro energético y a un menor consumo en sistemas de refrigeración y calefacción. Por otro lado, si queremos abrir las puertas y ventanas para ventilar de manera natural, es recomendable hacerlo en las horas centrales del día durante el invierno y durante la madrugada en verano, reduciendo de esta manera el choque de temperatura.
Materiales libres de compuestos de riesgo para la salud.
Muchos de los materiales comúnmente utilizados en la construcción (pinturas, aislamientos, pavimentos, resinas, entre otros) pueden contener compuestos de riesgo para la salud humana. Estos pueden liberarse en el aire en forma de gas (como los compuestos orgánicos volátiles – COVs), o a través del contacto con el material (como el caso de un niño que gatea en el suelo). Esto cobra una mayor relevancia cuando nos damos cuenta de que permanecemos la mayor parte de nuestro tiempo en interiores. A esto le sumamos que, en la búsqueda de una mayor eficiencia energética, estos ambientes son cada vez más aislados y herméticos, lo cual hace que tengamos una mayor exposición a los compuestos químicos de los materiales que los componen.
El problema de estas sustancias es que son bioacumulativas, es decir, que se acumulan en nuestros cuerpos con el tiempo, y pueden contribuir, a largo plazo, a la generación de patologías respiratorias, disrupciones del sistema endocrino y nervioso, e incluso enfermedades como el cáncer. Es por esto que tenemos especial cuidado en seleccionar materiales libres de compuestos tóxicos, certificados mediante ecoetiquetas (que son verificadas por una entidad externa) tales como A+, M1, Blue Angel, Greenguard, Cradle to Cradle, entre otras. De esta manera, priorizamos la creación de un espacio sano que permita el correcto desarrollo físico y cognitivo de sus habitantes.
Sistemas constructivos y materiales de bajo impacto.
Con el objetivo de disminuir el impacto de los edificios que construimos, favorecemos la aplicación de sistemas y materiales con menor huella ambiental. Buscamos aquellos fabricados con materias primas naturales, a partir de energías renovables o con alto contenido reciclado, y que informen de manera transparente su impacto ambiental mediante Declaraciones Ambientales de Producto (DAP). Todos los productos a base de madera cuentan con la certificación FSC o PEFC, que señalan una gestión sostenible de los bosques de origen.
Por otro lado, se fomenta la aplicación de productos con fabricación local y la contratación de proveedores de proximidad. No sólo para disminuir las emisiones de transporte, sino también para contribuir a la economía local, cuidando el cumplimiento de derechos y condiciones justas en la cadena de valor. En cualquier caso, se prioriza que los componentes del edificio tengan unas altas garantías de durabilidad y resistencia, asegurando la calidad a largo plazo.
Mayor ahorro en el consumo de agua y energía.
El agua es un recurso finito que debemos cuidar, especialmente en un contexto donde son cada vez mayores las alertas por sequía producto del calentamiento climático. Para ello, se incorporan equipos sanitarios que contribuyen a un menor consumo de agua manteniendo una alta eficacia. Váteres con doble descarga (de 2 /4 litros o de 3/4,5 litros, mientras una cisterna convencional consume alrededor de 6 litros por descarga), o griferías con aireadores que mezclan el agua con aire para tener un suministro de agua homogéneo con menos consumo.
Por otro lado, las griferías también cuentan con un sistema de apertura en frío por defecto. Normalmente, cuando abrimos el grifo en su posición central, la opción predeterminada mezcla agua fría y caliente, causando el encendido del calentador de manera automática y generando un mayor consumo energético. De esta manera, se ahorrará la energía de calentar el agua para aquellas rutinas que no lo requieran, como lavarnos las manos o cepillarnos los dientes.
Movilidad sostenible.
En todas las promociones se fomenta el uso de vías de movilidad sostenible, incorporando estacionamiento para bicicletas en la zona comunitaria, y la preinstalación de carga de vehículos eléctricos (ICT-BT52) en todas las plazas de aparcamiento.
Acústica – tranquilidad, descanso y privacidad.
El confort acústico está determinado por las propiedades acústicas de los espacios interiores (forma geométrica, reverberación), tipo de sonido (carácter, nivel sonoro, espectro, etc.) y su continuidad en el tiempo (un sonido constante puede llegar a ser un ruido de fondo del cual no tenemos percepción hasta que desaparece y un sonido puntual puede ser más molesto).
Teniendo esto en cuenta, se optimiza el aislamiento acústico en fachadas y entre espacios contiguos, como viviendas y espacios comunes, para promover un óptimo nivel de descanso, tranquilidad y privacidad en las viviendas.
Iluminación cálida, regulable y de bajo consumo.
La luz no solo posee un efecto visual, sino también emocional y fisiológico que incide directamente en nuestro bienestar. Además de potenciar un máximo aprovechamiento de la luz natural desde la arquitectura, también es importante cuidar la calidad de la iluminación artificial. Un ambiente bien iluminado no es solamente aquel que tiene mucha luz, sino aquel que tiene la luz adecuada para la actividad que allí se realiza. Adicionalmente, el tipo y la cantidad de iluminación a la que nos exponemos se vincula también con la organización de los ritmos biológicos, incluidos los relacionados con los patrones de sueño.
Proponemos la instalación de una iluminación que se adapten a las diferentes actividades que se desarrollan en el hogar (cocinar, teletrabajar, ver una película, cenar con amigos, etc.). Así, podremos regular la intensidad y la temperatura de color según las necesidades —más fría para realizar tareas de trabajo y atención al detalle y más cálida para crear una atmósfera tranquila y acogedora—. Esto además nos permite adoptar una iluminación más cálida y tenue conforme avance el día, lo cual nos facilitará un mayor confort visual, así como un mejor descanso al dormir.
Por otro lado, toda la iluminación del edificio se plantea con luminarias LED de bajo consumo energético (con un valor de eficiencia energética -VEEI- igual o inferior a 4) y sistemas de temporizadores y/o sensores de presencia en los espacios de uso esporádico, como los pasillos y el aparcamiento.
Reducción del efecto isla de calor.
El efecto “isla de calor” es un fenómeno que incrementa la temperatura en las ciudades debido a elementos como coches y luces que calientan el aire de los centros urbanos, y la utilización de materiales como el asfalto, que absorben más calor y lo liberan lentamente. Esto impacta negativamente en la salud de las personas y genera un incremento de consumos.
Para mitigarlo, se favorece la aplicación de materiales de acabados exteriores (fachadas y pavimentos) de color claro y que retengan poco el calor (con un alto índice de reflectancia solar), así como la incorporación de superficies ajardinadas, pavimentos permeables y la creación de espacios de sombra.
Medición del impacto global.
Para disminuir el impacto de la edificación, debemos comenzar por evaluar la huella ambiental, social y económica de nuestra actividad constructiva. Es por ello que medimos los impactos que se generan en todas las fases de la vida útil de un edificio (fabricación, construcción, uso, mantenimiento y fin de vida) a través de una metodología estandarizada llamada análisis de ciclo de vida (ACV). Adicionalmente, generamos proyectos de recuperación ambiental y desarrollo comunitario en el mismo territorio donde construimos, que contribuyan a mitigar el impacto negativo creado por la actividad económica.
Transparencia.
Promoviendo una mayor transparencia sobre los materiales y sistemas de la vivienda, se proporciona una síntesis de los productos específicos que se han instalado y de su mantenimiento recomendado. De esta manera, se promueve su óptima conservación en el tiempo y un mayor rendimiento de los recursos (tanto ambientales como económicos) que se han invertido.
Existen muchas maneras de abordar la creación de viviendas. Para Omplim, la edificación parte de una tarea ética que sólo puede hacerse de una manera responsable con el planeta, ya que de ello depende nuestra permanencia en el tiempo. A la vez, queremos crear espacios que proporcionen salud, bienestar y vitalidad a las personas que habitan estas comunidades. Y si además tenemos el objetivo de hacerlo a un precio asequible – en un contexto económico y cultural donde todavía queda mucho por avanzar para que los sistemas circulares, bajos en carbono y libres de tóxicos, sean la opción por defecto-, debemos ser estratégicos e invertir en aquello que tiene un mayor impacto.
Por esta razón, nuestro enfoque se orienta a maximizar la sostenibilidad y eficiencia en aquellos elementos del edificio que tienen una mayor permanencia (como su fachada o los aislamientos térmicos y acústicos). Estos serán los que tengan una mayor incidencia en el bienestar directo de la comunidad y serán, además, muy difíciles de cambiar. La salud y la eficiencia energética (como guía contra la pobreza energética en un panorama con constantes subidas en el precio de la electricidad) son sin duda dos de los factores no negociables.
Así, podemos crear un lugar con todas las necesidades esenciales como base, un lienzo en blanco para llenar de vida. Un lugar donde regenerarse, descansar, relacionarse, cuidarse y crecer, que se enriquecerá a partir de las dinámicas y la personalidad de aquellas personas que residan en él.
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